LA TEORIA DE LA INDEPENDENCIA ECONOMICA

A la generación que integro ­yo tenía 18 años en 1968­ se le explicó varias veces la tesis de la crisis final del capitalismo. No fue algo secundario. Por ello se murió y por ello se mató.

 

Por los años de la muerte del capitalismo

Así, que recuerde al pasar, el capitalismo iba a colapsar cuando se abandonó el patrón oro y cada dólar dejó de tener que tener respaldo en el precioso metal, bajo gobierno de Nixon, que además tenía a su país empantanado en la selva de Vietnam.

Poco tiempo después, el síncope terminal del sistema económico vendría como consecuencia de que los países petroleros de la OPEP ­mayoritariamente subdesarrollados­ resolvieron multiplicar por siete el precio del petróleo, que ahora, 30 años después, se ha vuelto a multiplicar por otros siete. Por 50 se multiplicó, entonces, el precio del crudo y los países ricos pagan la factura sin problemas, a lo más incorporando árabes entre los propietarios del Citibank. Los pobres, igual.

En realidad, en 1974, cómo no se iba a poder pagar la energía a ese precio y la crisis fiscal de los países desarrollados era inminente (iba a barrer con los Estados de Bienestar del mundo desarrollado) se le encomendó a un grupo de tres sabios, Samuel Huntington, Michel Crozier y Joji Watanuki, que pensara qué hacer. En su informe, por vez primera se utilizó la palabra «gobernabilidad». No es menor la observación. Las palabras nuevas suelen reflejar pensamiento nuevo.

Entonces se anunció el patatús postrero del capitalismo con la crisis de la deuda. A principios de los años 80 debían tanto los países subdesarrollados ­las tasas de interés que hoy están a 3% estaban a 17%­ que la deuda se hacía impagable e iba a arrastrar al sistema financiero mundial a la bancarrota inminente. Fue cuando nació el llamado mercado «secundario» de los títulos de deuda en que dichos pagarés empezaron a cotizarse a un valor menor al nominal. Uruguay anduvo muy bien y no pasó de cotizar a la mitad del valor nominal de sus títulos. Su hermana irresponsable, la Argentina, cotizó al 7%. Se compró, se vendió, se negoció, se salió.

Pero más allá de los episodios que refiero y de las habilidades del capitalismo para adaptarse a los nuevos desafíos, lo cierto es que de todas maneras estaba irremediablemente condenado. Ello era claro puesto que el mundo desarrollado pagaba cada vez menos las materias primas que le compraba al mundo subdesarrollado y cobraba cada vez más las manufacturas que le vendía al mundo subdesarrollado. Cada vez era más necesario gastar más kilos de trigo, maíz o soja para pagar el mismo tractor. Cada año estaba peor lo que se llamaba el deterioro de los términos de intercambio. Así se capturaban los beneficios del crecimiento para los habitantes del mundo desarrollado a costa de la pauperización creciente del mundo subdesarrollado. De esa ecuación nace la «teoría de la dependencia» ­sus padres fueron Celso Furtado y el posterior presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso­, que proponía defenderse de ello de diversas maneras. De telón de fondo se agitaba el extendido concepto de que la pauperización necesariamente creciente de los países periféricos ­y las consecuentes protestas­ iba a estallar en la barriga de los países desarrollados. Y «apocalipsis now».

 

El Uruguay más capitalista de su historia

Hago este repaso porque con los años me han venido dudas de que estemos diagnosticando bien al bicho. No lo mataron las enfermedades que se anunciaron como fatales y en el camino se murió el médico (la URSS). Y hoy el enfermo goza de buena salud. Paradójicamente lo único que preocupa es que Estados Unidos no ande suficientemente bien, entre en recesión, consuma menos, China le venda menos, China deje de crecer y nuestros precios bajen. Si Estados Unidos estornuda parece que se nos cae la reactivación periférica.

En realidad desde que en el año 2004 crecimos 12% el PBI uruguayo ­y empezamos a recuperarnos de la crisis económica de 2002-2003­ el Uruguay no conoce en su historia moderna un trienio más crudamente capitalista.

En estos últimos años se extranjerizaron, por ejemplo, las agroindustrias más importantes del país: los frigoríficos y las arroceras. El nivel de extranjerización y concentración de la tierra alcanzó niveles hasta entonces desconocidos. Incluso una empresa estatal pasó por vez primera a tener mayoría extranjera: Pluna. El país se afirma en que se hacen las inversiones extranjeras más grandes de su historia (resueltas en la pasada administración) y porque en esta administración se pagó mejor que nunca la deuda externa: por adelantado al FMI. El endeudamiento más los intereses trepó estos tres años 3.000 millones de dólares, según acaba de informar oficialmente el Banco Central, llegando a 28.000 millones de dólares. Unos 900 millones por año.

Los precios internacionales de las materias primas se recuperaron a niveles mejores que los conocidos en todo el siglo XX, de manera que con la lógica de la teoría de la dependencia cabría sentar una teoría de la independencia, ya que cada vez con menos kilos de trigo, maíz o soja se puede comprar el mismo tractor. Los términos de intercambio pasaron a favorecer al mundo periférico. Ello a consecuencia no de un debilitamiento del capitalismo sino de un súbito escalón de fortalecimiento: China comunista optó por el capitalismo (salvo el derecho de huelga de la fuerza de trabajo). Eso la empezó a hacer crecer más 10% por año y este porcentaje de crecimiento de esa potencia agregado a la demanda mundial hizo subir los precios de las materias primas. En otras palabras, cada año China agrega decenas de millones de personas al mercado mundial. Luego, empezaron a consumir más alimentos, casas (hierro), comunicaciones (cobre), etcétera.

En una línea «china» Cuba, incluso, acaba de autorizar los celulares, los DVD e Internet.

 

Izquierda y derecha

En datos como éstos se basan algunos conservadores para decir que ya no existen la izquierda y la derecha. Como si el hecho de que la historia sea más rica que las previsiones de los hombres legitimara que todo es lo mismo y la utopía es un cambalache.

Existen izquierda y derecha, claro. No están, es cierto, donde en un momento se dijo que estaban. Nunca estuvieron ahí, en realidad. La izquierda y la derecha están donde siempre estuvieron, sin embargo, donde se sentaron en la Asamblea francesa cuando la revolución.

Unos querían concentrar el poder para mantener sus privilegios, la derecha. Hoy le llamaríamos establishment, sistema establecido de privilegios. Otros sabían que el poder es el primer problema de la democracia. Que tiende a acrecentarse, a generar subpoderes, campos de acumulación de privilegios, poderes de hecho no elegidos democráticamente, poderes fácticos. Ahora se dice que tienden a «capturar el Estado». Y que había que luchar contra eso, dividiendo los poderes de modo que cruzaran sus contralores, sus pesos y contrapesos, de modo que la fiscalización mutua evitara el acopio de poder oculto, de modo que la transparencia impidiera el apilamiento de ventajas, concesiones, patentes, preferencias, monopolios, exenciones, regalías o lo que fuere en perjuicio de los derechos del ciudadano que siempre termina pagando la cuenta de los privilegios de los que algunos se han apropiado. La izquierda.

En el Uruguay de hoy es de derecha, por ejemplo, que el Estado no pueda siquiera limitar las tandas frente al poder del monopolio televisivo. Es de derecha todo ocultamiento de información. Es de derecha que todos los partidos políticos hayan cedido frente a la exigencia del monopolio televisivo de que no se dé, como en el mundo civilizado y no civilizado, publicidad gratis a los partidos en la campaña. Es de derecha que los jueces penales mantengan un sobre poder que adquirieron en la dictadura, que seamos el único país de América Latina cuyo fiscal de Corte depende del Poder Ejecutivo, que seamos el único paí
s de América (junto a Chile, que en enero ha empezado a legislar sobre el tema) que no tenga defensor del pueblo. Y así en más. Falta República, sobra derecha.

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