De la hambruna, las lechugas y los lechuguines

Era el principio del siglo y el milenio y la pintura de cualquier calle o barrio de Montevideo se veía devastada, los rasgos salvajes de la miseria y la pobreza se transformaban en una mueca desgarradora que golpeaba a cada paso.

Crisis Bancaria del 2002 / Foto archivo
Crisis Bancaria del 2002 / Foto archivo

Gente durmiendo en las calles, jóvenes pidiendo un pedazo de pan, las muchachas saliendo a ejercer el oficio más antiguo de la humanidad y el dolor y las angustias de las abuelas.

Alguna de ellas, se incorporo al mercado de la droga y fue a parar a la soledad de la cárcel.

Contrariamente a lo que sucede en las cárceles de hombres, a donde todas las madres y abuelas concurren llevando el poquito de alimento que con sacrificio pueden conseguir; en las cárceles de las mujeres, no se ve un solo hombre que arrime algo o acerque un poco de consuelo.

Ahí comenzó mi debacle en mi relación con los Medios Televisivos (que contare exhaustivamente en otros capítulos).

Era tanto el desabastecimiento y tan restringida la información; que se me ocurrió reunir varios Asentamientos en simultánea frente a los Canales en su hora de Noticiero, para solicitar con todo respeto y en paz que dieran la noticia de que había hambre; se padecía hambre y que necesitábamos ayuda.

El hecho indignó, no sé si a los patrones, pero si a algunos operadores de medio pelo y comunicadores que mas realistas que el Rey, se calzaron las camisetas de defensa del patrón a ultranza y se sintieron ofendidos, cuando en realidad no había nada que defender ni nada para ofenderse, porque les estábamos acercando el rostro del hambre y dándoles la oportunidad de servir.

En el Asentamiento de Lecocq un niño había comido pasto y en La Paz, frente a mi hija, un niño dividió una banana en tres partes para sí y sus dos hermanos y comió además la cascara.

Para entonces con la Fundación habíamos organizado huertas familiares y huertas comunitarias, de la cinco que llevamos adelante, hay dos muy resaltables, una en la Planta de CX30 Radio Nacional (Guyunusa), y otra en el COMCAR, en esta última, el Ariel, Martín y los hermanos De Armas, me donaban con autorización de las Autoridades, parte de la cosecha de verdura que ellos mismo cultivaban, para los Asentamientos, a esa huerta la llamamos Senaqué.

Era conmovedor ver a Ariel con su pata de caño de aluminio (le habían volado la pierna en un copamiento) darle a la tierra con el pico y con el alma para crear los surcos.

Reforzamos así a varios Merenderos y varias ollas populares, y alguna gente conmovida se acerco a colaborar con nosotros.

Debo destacar en esta instancia, algo realmente trascendente, y fue el acercamiento de las Autoridades de Supermercado Disco, a quienes no conocía y para quienes guardo un agradecimiento eterno, me citaron a Directorio y con respeto y calidad humana entablamos un dialogo y comencé a conocerlos.

“Mire hemos seguido su lucha y desesperación y nosotros los vamos a asistir con alimentos”

No podía creerlo, me parecía estar soñando.

De todas maneras, seguimos recorriendo los barrios de la gente más pudiente con nutridas delegaciones de los Asentamientos y acompañados por figuras del deporte y la cultura.

Llamábamos puerta a puerta y quienes querían nos entregaban un kilo de alimento no perecedero, y eso era llevado directamente al barrio que realizaba la patriada.

El ejemplo sirvió y algunos Canales destinaron móviles para recolectar alimentos y distribuirlos.

El ambiente espeso de las calles y de los barrios quedo como en suspenso, en cámara lenta, una calma chicha.

Esperábamos con ansiedad la llamada de la gente del Disco porque eso significaba un cambio radical.

Y sucedió la llamada, para tranquilizarme y asegurarme que todo seguía en pie, pero que desde la Presidencia de la República entendían que debía aprovecharse alguna oportunidad de lluvia para entregarme los alimentos para distribuir en los barrios, con el argumento de las inundaciones, puesto que la noticia del hambre reconocida oficialmente crearía pánico e inquietud social.

Pero por ese tiempo, dijera Doña Lola, el finado Don Jorge Batlle, que Dios lo tenga en su gloria, estaba como divorciado de la naturaleza y sufría una rara persecución climática, viajo a Estados Unidos y sucedió un terremoto, recorrió Canelones y un ventarrón destruyo las cosechas, concurrió a CX30 Radio Nacional y se cayó una antena,
¿Que sucedió?

No llovió una gota.

La turbonada de la gente

Yo que había anunciado por los barrios más calientes la llegada de la asistencia, pase a recorrerlos para calmar las inquietudes, explicándoles que estaba un poco demorada, días, semanas, meses y ni una gota de agua.

En Buenos Aires, los saqueos habían provocado la caída del Presidente De la Rúa y acá, comenzaron los primeros indicios.

La indiada de Enrique Castro y Aparicio Saravia, detenía los coches, al decir de Doña Aurora: “como en otros tiempos lo hacia el Chueco Maciel, que Dios lo tenga en su gloria”.

Y en el Borro, desde el Barrio Padre Cacho hasta el Palomar, la gurisada estallo y con piedras ataco mercados y mercaditos de la zona.

Casi simultáneamente sucedió lo mismo en Casabó.

Yo estaba en mi programa “La hora del pataleo” en CX 30 Nacional, cuando recibí la llamada de Adriana Rivas (no hay ningún parentesco) del noticiero de Canal 12 “van a matar a tus gurises, esta la policía formada y armada y ellos atacan con piedras y palos”.

Deje el programa en manos de los compañeros y nos encontramos con Adriana a una cuadra de San Martin y Aparicio Saravia, dónde quedo estacionado el Móvil de Teledoce.

Adriana me comento, que aparentemente bajarían desde el Cerro y juntos marcharían hacia los Shopping de Punta Carretas y del Buceo, “Te voy a pedir que hables para que me dejen ingresar la cámara”.

En medio de la humareda, quema de llantas, vidrios y cascotes, nos dirigimos al Palomar, donde estaba la mayor concentración de gente, levante las manos y le grite a las doñas: “Permiso, Adriana va a entrar con la cámara”

La gente estaba con palos, puntas de jardinería, escobas y fierros, realmente enardecida.

Ni un juez ni una autoridad.

Era la nada y el todo y allí Adriana y yo.

A la media tarde soleada, entre lechugas heridas, ya sin gotas de rocío, entre humo y gritos comenzamos una asamblea.

Continuara…

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