La embajada de Venezuela en Montevideo recordó a la maestra Elena Quinteros, al conmemorarse los 40 años de su desaparición forzada

El homenaje se desarrolló en el Centro Cultural Simón Bolívar y contó con la exposición de Sara Méndez, Violeta Mallet, Raúl Olivera y Alberto Grille y la participación especial de Daniel Viglietti. También estuvo presente el embajador venezolano en Uruguay, Julio Chirino.

Elena Quinteros se recibió de maestra a los 21 años de edad y comenzó a trabajar en una escuela de Pando, Canelones.

Se incorporó a la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y militó en la Resistencia Obrero-Estudiantil (ROE).

En 1975, participó en el Congreso Fundacional del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) e integró la primera dirección partidaria. Ese mismo año fue requerida por las Fuerzas Conjuntas y destituida de su cargo como maestra por el gobierno dictatorial.

El 26 de junio de 1976 fue detenida y llevada al centro de torturas “300 Carlos”, dependiente de la División de Ejército I.

En la mañana del 28 de junio se hizo conducir a las cercanías de la embajada de Venezuela con el ardid de “entregar” un contacto. Intentó fugarse, saltó el muro de la representación diplomática e ingresó a los jardines de la embajada.

Pidió asilo, pero policías y militares uruguayos la capturaron y la llevaron al Batallón de Infantería Nº 13, desde entonces nada más se supo de ella y forma parte de los 232 uruguayos desparecidos en dictadura.

Un estar comprometido. Un ejemplo para todas las generaciones

Sara Méndez, quien fue compañera de estudios de Magisterio y amiga personal de Elena, evocó la vida y la militancia comprometida de Quinteros y las horas en que se la vio por última vez.

Recordó que la casa de Elena era modesta y sus padres la querían y cuidaban como sus ojos. Destacó que fue una “maestra por opción”. Amaba a los niños y se recibió muy joven. Era muy disciplinada.

“Como decía Yamandú González, compañero de estudio quien realizó todo el peregrinaje también del Instituto Normal, de Pedagogía y de la militancia partidaria de la resistencia estudiantil, Elena no era una maestra brillante, pero ella siempre estaba”, citó Méndez.

Agregó que es fundamental rescatar esa imagen. “No era un estar pasivo, sino estar comprometido y en forma permanente”.

Por otro lado, destacó que la madre de Elena, María Almeida “Tota” de Quinteros, se transformó en una militante, pero por sobre todo en un símbolo de la búsqueda de los desaparecidos.

Por su parte, el músico Rubén Olivera, evocó que aquellas historias, esas vidas y peripecias que vivieron muchos jóvenes uruguayos ayudan a transmitir algo que es un gran desafío.

“Hoy, en el 2016, a 40 años de la desaparición de Elena y de un período histórico particular, no fácil es para las nuevas generaciones comprender, cómo una mujer, una joven de 22 años y con una vida por delante, ofrecía lo más que puede ofrecer un ser humano que es su vida y no por una conquista o la revolución, sino por una utopía que no estaba muy bien dibujada pero que, sin embargo, ordenaba los pasos de esa generación”, remarcó Olivera.

Respetar a Elena es por un lado recordar esa parte humana, esa mujer a quien le gustaba escuchar “Naranjo en flor” o bailar tango, amar y querer.  “Cuando decimos que Uruguay tienen tantos desaparecidos y no le ponemos caras, también hacemos mal”.

Añadió que cuando asesinaron a Elena Quinteros “también asesinaron la posibilidad de que muchos, hoy ya hombres, hubieran tenido la posibilidad de tener una maestra como Elena”.

Agregó que en la soledad que significaba el infierno del “300 Carlos” o todo el poder del Estado para torturar, “Elena nos dio un ejemplo que debemos guardar”.

“El mejor homenaje que podemos dar a Elena es que su ejemplo, la historia de Elena y de su generación, que soñaron con las utopías y entregaron sus vidas, sean capaces de ser asumidas por las nuevas generaciones”, remarcó Olivera.