Los estudiosos de la Universidad de Leiden en Holanda, sabían de antemano que las lavandas, sumamente abundantes en los Países Bajos, son famosas tradicionalmente por sus propiedades calmantes. Pero más allá de eso, sabían que la anatomía cerebral muestra que el nervio olfativo, está conectado con la corteza prefrontal medial, la región del cerebro que tiene directa relación con la forma en que nos relacionamos “amigablemente” con los demás. Se trata del control cognitivo, que además de estar directamente relacionado con la toma de decisiones, es considerado en la primera línea de la creación de estrategias cuando nos proponemos alguna meta. Si el estado cognitivo puede ser influenciado por los aromas, la predisposición y la confianza, también, señalaba la hipótesis original, habría que establecer cuales son los aromas que abren hacia ese camino.

La confianza a través de los aromas florales

Los científicos realizaron en principio tres pruebas piloto, mediante un juego “de confianza”, que detallan en “Frontiers in Psychology”. Las pruebas eran similares pero desarrolladas por tres grupos con una treintena de personas cada uno, en tres distintos salones: uno aromatizado con lavanda, otro con hierbabuena, y el último sin ningún aroma en particular.

El juego psicológico “de confianza” consiste básicamente en recibir retribuciones en dinero de personas desconocidas, por el hecho de hacerlas depositarias de sumas que tienen los participantes en su poder. El entregar dinero a desconocidos, puede significarles ganancias, pero también perder lo que tenían. En sucesivas experiencias, el resultado fue siempre el mismo: los que estaban en el cuarto con aroma de lavandas, siempre estaban dispuestos a entregar más dinero, con la expectativa de ganancias, que quienes estaban con otro aroma o en un ámbito inodoro.