Los drones multiplican sus actividades alcanzando lo insólito y lo quimérico

Días después de asumir la presidencia, Barack Obama ordenó el primer ataque con drones no tripulados de la historia: mataron 17 personas en la frontera Pakistán-Afganistán, tres de ellas niños y cuatro civiles. Pero si bien las operaciones militares con este tipo de aeronaves se multiplicaron diez veces desde 2009 a la fecha, la expansión de su uso en misiones civiles y su proyección futura son insoslayables.

Su último hito: Amazon anunció un sistema de reparto aéreo con no tripulados. Pero a nivel aún más popular ya se supera el tema: el reparto de pizza en Estados Unidos, mediante drones es ya una realidad, aunque todavía en fase experimental.

Pero los miles de robots que se anticipa en años más colmarán el cielo, están buscando día a día nuevos destinos cuando solo han cumplido cinco años de su estreno oficial al mundo.

De “papparazis” a controladores del tránsito

La más insólita de las últimas aplicaciones es en el colegio Thopmas More de Antwerp, Bélgica, donde un dron recorre el espacio aéreo de la clase… para evitar que los alumnos copien durante los exámenes. Todavía sin embargo el ruido que producen es considerado un factor estresante para los examinados y no parece tendrá expansión en lo inmediato.

En Canadá, los gansos salvajes habían invadido las playas de la capital de tal modo que se temía por la salud de los veraneantes, ya que las heces de las aves transmiten el E. coli. Así en la playa de Petrie Island se instrumentaron los “Goosebusters”, drones que sin daño alguno, alejan a las aves de las zonas de los bañistas y veraneantes.

Aunque parezca un delirio, un millonario ha pagado un dron para la Universidad de Idazo, que pueda perseguir con la aeronave los esquivos pasos de “Big Foot”. Pie Grande es una suerte de “abominable hombre de las nieves” que algunos creen existe en EE.UU. y que el dron permitirá fotografiar… si es que aparece.

Más concreto en materia de animales es el plan de los guardavidas de California, en algunas de cuyas playas los drones alertan sobre la aparición de tiburones, cuando éstos aún están a distancia de los bañistas.

Investigar la expansión de la capa de ozono, medir los hielos polares, enviar vacunas y medicinas a remotas latitudes, todo parece quedará en manos de drones, en un plazo que nadie se atreve a determinar.