Palabra ardiente

La última nota. Francia: oro sí, China no

El gobierno del socialista Hollande no renueva las viejas fórmulas del colonialismo que su país practicó desde el siglo XVII hasta que tuvo que irse de Argelia en 1962. ¿Será Francia un “estado fallido” por falta de imaginación? ¿O ciertas formas de dominio no cambian ni siquiera con la novedad del mundo global? Si así fuere, este capitalismo llamado “salvaje” no avanza mucho en su proyecto de supervivencia. La nación que acuñó el lema Libertad, Igualdad, Fraternidad invadió Mali el 12 de enero del año pasado (Operación Serval) y la República Centroafricana el 3 de diciembre (Operación Sanguinis). Según Hollande, fue una “reacción humanitaria” para salvar a “un pueblo que sufre y que nos llama”. No lo parece. Se firmaron de inmediato nuevos contratos de perforación y extracción con la ayuda del comando estadounidense para Africa (Africom, por sus siglas en inglés) cuando París contuvo la rebelión en Mali (www.globalresearch.ca, 7-1-14). Un comunicado de prensa de la Legend Gold de Vancouver, empresa gigante de extracción y de compra y venta de oro y plata, anunció la intención de explotar minas de oro en lugares muy precisos del oeste y sur del país (Marketwired, enero 6, 2014). La ejecución de estos programas se iniciaría a comienzos de febrero de este año. Douglas Perkins, presidente y CEO de Legend Gold, informó que el diseño de los proyectos se completó en el trimestre pasado.

El 18 de diciembre de 2013 el Fondo Monetario Internacional otorgó a Mali un crédito de 46,2 millones de dólares “para disipar vulnerabilidades de la balanza de pagos y crear los fundamentos de un crecimiento mayor y más inclusivo” (www.imf.org/external, 18-12-13). Son créditos que obligan a los países receptores a recortar servicios sociales como la educación y la salud pública a fin de pagar sus deudas. Las consecuencias catastróficas de semejantes acuerdos se observaron con meridiana claridad en el “experimento argentino” que culminó en el 2001 con la humillante fuga del entonces presidente De la Rúa.

La intervención militar francesa en Mali, sin menospreciar la dinámica del mosaico terrorista o no en que se ha convertido la Primavera Arabe, tiene más que ver con sus recursos naturales que con las penurias de la población. París maneja intereses propios en el rico país africano en el marco del Programa de relaciones francoalemanas que concurre con el interés de Francia de asegurarse los recursos del Sahel, el petróleo y el uranio en especial. La compañía francesa Areva los explota hace décadas en el vecino Níger. Hollande se dedica a otra clase de explotación, la de la hipocresía: afirma a los malíes que Francia no sirve ningún interés en particular en el país, “no tenemos ninguno” “estamos por el bien de todo Mali y de Africa Occidental” (www.anabafrance.es.org, 2-2-2013). Claro que sí, para arcas y juegos financieros, no para simples bolsillos ciudadanos.

“El imperativo humanitario” hollandiano en la República Centroafricana, llevado a cabo por 1200 militares franceses, está destinado a frenar a China y sobre todo a controlar las reservas de oro, diamantes y uranio que descansan, no por mucho tiempo, en el subsuelo de un país con más territorio que Francia y Bélgica juntas (www.michelcollon.info, 14-12-2013). Compañías galas son hegemónicas en el transporte fluvial, el azúcar, las bebidas, almacenamiento y comercialización de petróleo en la República y no es precisamente de hoy que sus habitantes padecen “una situación catastrófica”. Desde 1960 sufren la represión y los desmanes de seis presidentes sucesivos que asumieron después de otros tantos golpes de Estado.

El ministro de Economía francés, Pierre Moscovici, ha reconocido que en diez años “Francia ha perdido la mitad de su mercado en el Africa subsahariana”. ¿El culpable? China, que hizo una entrada triunfante en el sector del oro negro y ha aumentado sus inversiones en el continente con regulaciones menos rígidas. En el 2008 Beijing otorgó a la República Centroafricana unos 4,4 millones de euros que han permitido construir escuelas y hospitales en una zona donde la desolación es reina.

Grupos rebeldes de distinto origen y diseminados en todo el país y su falta de acuerdo desembocan en atrocidades generalizadas, saqueos, violaciones, asesinatos en serie, actividades ya cotidianas en quienes sólo han conocido la brutalidad y las matanzas. Pero esto no nació hoy, y Francia, como otras potencias occidentales, sigue castigada por la crisis económica mundial. Era hora de reconocer esos males para garantizar militarmente la posesión de los bienes. PÁGINA/12

Juan Gelman
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