Otro mundo posible

Información es poder

La presidenta Dilma no hubiera sido tomada por sorpresa por las revelaciones de Edward Snowden -de que el Planalto es espiado por el gobierno de los EE.UU.- si sus asesores estuvieran más atentos a las nuevas estrategias de la Casa Blanca después de la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética.

Joseph S. Nye y William A. Owen escribieron en la revista Foreing Affairs de marzo-abril de 1996 un intrigante artículo titulado «La ventaja informativa de los Estados Unidos». Nye dirigió el Consejo Nacional de Inteligencia y fue subsecretario adjunto de Defensa para Asuntos Internacionales en el gobierno de Clinton; luego dirigió la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la universidad de Harvard. Owen fue subjefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas en el gobierno de Clinton.

Estos autores resaltan que, a pesar de la superioridad estadounidense en las esferas militar y económica, «su mayor ventaja comparativa es la habilidad para recoger, procesar, manipular y diseminar información». Para ellos la información ejerce ahora el papel de «poder suave», gracias al cual los EE.UU. pueden influenciar la política internacional, sustituyendo la coerción por la seducción.

Las transmisiones por satélite reducen nuestro planeta a las dimensiones de una pequeña aldea. Ese ojo instantáneo que nos permite ver, desde el sur de América, el instante preciso en que sucede una inundación en China, produce profundas modificaciones en la estrategia militar, que ahora utiliza drones -aeronaves no tripuladas- para bombardear a supuestos terroristas.

Todos sabemos que las guerras son sucias. Lo complicado es cuando los telespectadores de todos los rincones del mundo asisten al criminal procedimiento de las fuerzas militares de los países que se precian de no actuar como Hitler, pero que hacen exactamente como los nazis: segregación étnica, secuestros, torturas, confinamiento territorial, invasión de propiedades, etc.

Durante la Guerra Fría la frágil estabilidad internacional dependía del arsenal nuclear de los países antagónicos. Según Nye y Owen, en la era de la globalización todo depende de la capacidad estadounidense de mantener informados a sus aliados. Y aliados no son solamente los gobiernos sino también amplios sectores de la población de países cuyos gobiernos son contrarios a la Casa Blanca.

En Irán, China o Cuba hay personas convencidas de que el símbolo de la democracia es un McDonald’s en cada esquina y que por tanto son susceptibles de ser movilizadas por el poder informativo de los EE.UU. Entiéndase: por la versión estadounidense de los hechos.

Nye y Owen no dudan en afirmar que «a medida que su capacidad de proveer este tipo de información crezca, los EE.UU. serán vistos, cada vez más, como el lider natural de la coalición, no sólo por ser el más fuerte sino porque puede producir el insumo más importante para las buenas (sic) decisiones y para la acción efectiva sobre otros miembros de la coalición». Por tanto, «así como el dominio nuclear fue la llave para el liderazgo en el pasado, el dominio de la información será la llave en esta era informativa».

Lo que encanta a los autores es constatar que la información generada desde los EE.UU. ha ampliado los espacios del libre mercado y restringido la esfera de acción de los poderes centralizados. Citan como ejemplo el papel de los ordenadores y de las máquinas Xerox en el gobierno de Gorbachov, cuando «las tecnologías pudieron esparcir también diversas ideas políticas».

Ahora, con la proliferación de redes sociales y la conexión facilitada por la internet, se dilatan los espacios democráticos en China. «Lo hermoso de la información, como recurso de poder -dicen dichos autores- es que, en tanto refuerza la efectividad del poder militar, paralelamente democratiza las sociedades».

A través del «poder suave» los EE.UU. pueden proyectar en todo el orbe terrestre (como día un papa) su ideología, su cultura, su modelo de democracia, sus instituciones sociales y políticas, «liderando las redes de negocios internacionales y las telecomunicaciones».

Ese «poder suave» atañe a cuatro objetivos prioritarios: 1) Favorecer las transiciones democráticas de los actuales Estados considerados autoritarios y dictatoriales. 2) Prevenir el retroceso de las democracias frágiles. 3) Prever y resolver los conflictos regionales. 4) Enfrentar la amenaza del terrorismo, del crimen internacional y de la proliferación de armas, sobre todo atómicas (que los EE.UU. e Israel tienen pero no admiten el derecho de otros países a tenerlas).

La internet es otra arma nada despreciable. «Dejada a su arbitrio, el mercado probablemente continuará la tendencia de concentrar desproporcionadamente el acceso a la internet». Por eso, la Agencia de Informació de los EE.UU. (USIA) y la AID «deben trabajar por mejorar el acceso global a internet».

Por tanto, información globalizada es eso: una versión que se impone como la única y se juzga como la verdadera. Y es precedida de un inescrupuloso espionaje electrónico, le duela a quien le duela.

Frei Betto
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