Otro mundo posible

¿Qué es el arte?

¿Sabemos reconocer hoy una obra de arte? ¿Qué cuenta más, la fama del artista o la calidad de la obra? ¿Quién decide el valor de una obra, el prestigio alcanzado por ella en los medios de comunicación o sus atributos estéticos?
El periódico Washington Post decidió auscultar el gusto y la cultura artísticos del público y para ello puso a un violinista en una estación del metro de la capital de los EE.UU. Durante 45 minutos el músico tocó Sonata n° 2 para violín de Bach, el Ave Maria de Schubert, y piezas de Manuel Ponce, Massenet y de nuevo Bach.
Eran las 8 horas de una mañana fría. Miles de personas circulaban por los pasillos del metro. Cuatro minutos después de iniciar el concierto el músico vio caer a sus pies el primer dólar, tirado por una mujer que ni siquiera se detuvo. El que más atención le puso fue un niño de unos tres o cuatro años; pero su madre le arrastró, a pesar de que él siguiera mirando al violinista mientras se alejaba.
Durante todo el tiempo de aquel improvisado concierto sólo siete personas se detuvieron un momento para escuchar. Unos veinte le dejaron dinero, aunque sin detenerse. En total fueron 32 dólares y 17 centavos lo que recogió. Y cuando terminó nadie aplaudió.
El músico era el estadounidense Joshua Bell, que dos días antes había dado un concierto en el teatro de Boston, abarrotado de espectadores que habían pagado 100 dólares por una entrada. Y el violín que usó era un Stradivarius fabricado en 1713, adquirido en cerca de 4 millones. Bell es profesor en el Massachusetts Institute Technology y en la Royal Academy of Music de Londres. Ha compuesto la banda sonora de las películas El violín rojo -que ganó el Oscar- y Mujeres de lavanda. Su primera grabación, en el 2003, por la Sony Classical, fue Romance del violín, de la que se vendieron 5 millones de copias.
Bell es un músico de prestigio internacional, mientras que en aquella sociedad neoliberal hegemonizada por el paradigma del mercado él era un “producto” colocado en el estante equivocado. Estaba en el metro. Como si el hecho de estar en un local público rebajara la calidad de su música. Y si un músico mediocre estuviera en el escenario del teatro de Boston seguro que habría sido ovacionado.
Me queda otra pregunta: ¿Prestamos atención a la calidad de las cosas, o nuestras cabezas han sido formateadas por los medios estimuladores del consumismo, que nos da gato por liebre?
Van Gogh no vendió ningún cuadro durante su vida, excepto el que compró su hermano Teo, que era marchante, con el propósito de ayudarlo. Como no tenía dinero para pagarle al médico el pintor se presentó con el cuadro Muchacho con quepis; el doctor, dejándose llevar de su prejuicio elitista consideró que nada de valor podría salir de los pinceles de un loco, y aprovechó el cuadro para tapar un agujero en el gallinero de su casa. Hace poco dicho cuadro fue vendido en ¡15 millones de dólares! (Traducción de J.L.Burguet)
Frei Betto
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