Hitler, el abuelo Bush y el origen de una fortuna

ráneo y huesos opera en la Universidad de Yale desde hace más de un siglo y medio. Quince neófitos son «iniciados» cada año en oscuros rituales que incluyen simulacros de sacrificios humanos, en los que se usa miel roja para representar la sangre. Sus integrantes han llegado a la presidencia de Estados Unidos, la Corte Suprema de Justicia, el Congreso, los servicios de inteligencia, la Bolsa y las principales corporaciones financieras.

La orden secreta fue fundada en 1833 por Alphonso Taft y William Russell Huntington, pariente del politólogo Samuel Huntington, autor de El choque de las civilizaciones. Entre sus afiliados se cuentan miembros de las familias Rockefeller, Roosevelt, Kellogg, Goodyear, Forbes y Vandervilt. De sus filas salieron tres presidentes, los fundadores de la CIA y varios asesores de seguridad nacional. Algunos de ellos fueron los que decidieron lanzar la bomba atómica en Hiroshima (1945), tres de los cuatro que planearon la invasión a la playa cubana de Bahía Cochinos (1961) y los que empantanaron a Estados Unidos en la guerra de Vietnam (1960-1975).

Durante la Segunda Guerra Mundial, Prescott Bush era socio de una compañía petrolera de Texas y fue sancionado por el gobierno estadounidense por violación al Trading with Enemy Act (Acta de Comercio con el Enemigo) al gestionar una considerable venta de combustible para la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana, que estaba devastando desde el aire a media Europa.

Años después, John Foster Dulles, entonces director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y amigo íntimo de Prescott, lo convenció de devolver la cabellera de Jerónimo a los apaches. El empresario texano accedió… pero al poco tiempo los indígenas descubrieron que les había entregado una burda réplica.

Ahora, un libro aparecido en Estados Unidos revela que las «travesuras» de Prescott fueron mucho más allá e incluyeron varios negocios millonarios con empresarios alemanes simpatizantes de Adolfo Hitler. Según Webster Tarpley y Anton Chaitkin, autores de George Bush: The Unauthorized Biography, los nazis podrían haber sido «pagados, armados y adiestrados por las camarillas de Nueva York y de Londres, uno de cuyos directores ejecutivos era Prescott Bush».

En un artículo publicado en Babel Magazine para el primer aniversario de los atentados al WTC, el periodista Victor Thorn comenta el documentado reportaje de investigación de Tapley y Chaitkin, y afirma: «Fueron los banqueros de Wall Street (entre otros) los financieros ocultos de esta fulgurante ascensión hacia el poder. La familia de nuestro actual presidente formaba parte de las personas que financiaron la maquinaria de guerra nazi, mientras sacaban enormes ganancias».

La biografía no autorizada deja al descubierto una retorcida historia secreta que demuestra que para algunos hombres de las altas esferas internacionales una cosa es el patriotismo y otra los negocios.

El libro narra que en 1922 -en los comienzos del nacionalsocialismo- el empresario ferrocarrilero W. Averell Harriman, viajó a Berlín y se entrevistó con la familia Thyssen para proponerle la fundación de un banco germano- estadounidense. Los Thyssen ya eran los dueños tras bambalinas de varias instituciones financieras que les permitían transferir su dinero de Alemania a Holanda y, de allí, a Estados Unidos.

Estos Bancos eran el August Thyssen Bank (Berlín), el Bank voor Handel (Países Bajos) y la Union Banking Corporation (Nueva York).

A inicios de la década del 20, Fritz Thyssen -autor del libro I Paid Hitler («Yo financié a Hitler») aportó 25 mil dólares al recién constituido Partido Obrero Nacional Socialista Alemán y en 1931 se afilió a esa organización. El magnate estaba al frente del German Steel Trust, consorcio de la industria del acero fundado en 1926 por Clarence Dillon, uno de los hombres fuertes de Wall Street. Un colaborador de confianza de Dillon fue Samuel Bush, padre de Prescott, abuelo de George senior y bisabuelo de George junior.

Harriman y los Thyssen fundaron el banco y designaron como presidente a George Herbert Walker, suegro de Prescott. En 1926 crearon la Union Banking Corporation y pusieron al frente al ex integrante del grupo Cráneo y Huesos. Ese mismo año, el ladrón de la cabellera de Jerónimo fue nombrado vicepresidente y socio en la Brown Brothers Harriman. Ambas firmas permitían a los Thyssen enviar su dinero desde Alemania hacia Estados Unidos, vía Holanda.

«Aunque un gran número de otras sociedades ayudaron a los nazis (como la Standard Oil y el Chase Bank de Rockefeller, así como grandes constructores de automóviles norteamericanos), los intereses de Prescott Bush fueron mucho más profundos y siniestros», escribe Victor Thorn. «Una parte importante de los cimientos financieros de la familia Bush fue constituida por medio de su ayuda a Adolfo Hitler. El actual presidente de los Estados-Unidos, así como su padre (ex director de la CIA, vicepresidente y presidente), llegaron a la cumbre de la jerarquía política norteamericana porque su abuelo y padre y su familia política ayudaron y alentaron a los nazis».

En octubre de 1942, las autoridades estadounidenses incautaron los fondos bancarios nazis en la Union Banking Corporation, de Nueva York, cuyo máximo directivo era Prescott. No obstante, en 1951 se levantó el embargo y el emprendedor hombre de negocios recuperó un millón y medio de dólares que destinó a nuevas inversiones que, a la larga, engrosaron el patrimonio de la familia Bush.

«Los amigos de Prescott Bush (los mismos traidores de Wall Street que financiaron a Hitler)», afirma Victor Thorn, «son igualmente los mismos que luego iban a catapultar a George Bush senior al puesto de director de la CIA en los años 70 e instalarle a él y a su hijo, en la Casa Blanca».

Concluida la Segunda Guerra Mundial, la familia Rockefeller -propietaria del Chase Manhattan Bank- adquirió el 31 por ciento de las acciones del grupo Thyssen. Esta familia es dueña en la actualidad de la más importante sociedad industrial de Alemania, con un capital de 50 mil millones de dólares.

En 1885, el cacique Jerónimo relató: «Nací en las llanuras donde el viento soplaba libre y no había nada que detuviera la luz del sol. Nací donde no había cercados. Le rezaba a la luz y a la oscuridad, a Dios y al sol, que me dejaran vivir en paz con mi familia».

Eran otros tiempos, los de las fértiles praderas. Después, llegaron los Bush y compañía. Y se quedaron hasta hoy. *

* Giselle Dexter (Montevideo, 1958) estudió Historia en la Universidad de La Plata, en Argentina.

En la actualidad es profesora-investigadora en el área de Historia Latinoamerica Contemporánea de la San Diego State University (SDSU).

También es la encargada de selección de textos del boletín electrónico Bambupress.

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