OMC: generosa con los ricos, avara con los pobres

Lo que se necesita con urgencia es incorporar justicia e imparcialidad a las normas comerciales internacionales, proteger la supervivencia de los campesinos del tercer mundo y defender el derecho a la alimentación de los pobres. Para ello hay que bajar los costos de producción e impedir la competencia desleal de importaciones artificialmente baratas gracias a los subsidios.

Estas son cuestiones que deberían encabezar la lista de prioridades para la próxima reunión ministerial de la OMC a realizarse en Cancún, México, entre el 10 y 14 de setiembre de 2003.

La Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT) realizada en 1994 fue vendida al tercer mundo como si fuera una esperanza única, la de que los países ricos reducirían sus subsidios, bajarían sus aranceles y crearían oportunidades en materia de exportaciones para los países pobres.

Pese a que nada se logró, la reunión ministerial de Doha en noviembre de 2001 usó el mismo señuelo. No se trató de una negociación sino de una farsa escenificada para hacer que la OMC «fuera vista como operando con éxito». El fracaso de Seattle hizo que esa tentativa fuera necesaria.

La incapacidad de la OMC y su resistencia a poner freno a los abusos comerciales que cometen los poderosos y ricos quedan nítidamente demostradas por el hecho de que los subsidios de Estados Unidos y de la Unión Europea (UE) en realidad se han incrementado después de Doha. El gobierno de George W. Bush aprobó recientemente una ley agraria que aumenta los subsidios agrícolas estadounidenses en diez por ciento, o sea en alrededor de veinte mil millones de dólares anuales. Por su parte, en Europa los subsidios actuales serán mantenidos hasta el 2013.

Entretanto, países pobres –como la India– han sido forzados a eliminar restricciones a las importaciones y han visto derrumbarse sus mercados internos y los precios a medida que productos importados, artificialmente baratos y fuertemente subsidiados, inundan su mercado. Como resultado de un comercio desleal legalizado por la OMC, las importaciones agrícolas de la India se han cuadruplicado, ya que pasaron de 1.040 millones de dólares en 1995 a 4.016 millones en 2000. Mientras el comercio global que beneficia a las grandes empresas agrocomerciales del Norte crece, los campesinos del tercer mundo están perdiendo sus medios de sustento. Por ejemplo, el comercio de café aumentó de 40 mil millones de dólares a 70 mil millones en los últimos años. Al mismo tiempo, el ingreso de los cultivadores de café cayó de nueve mil millones de dólares a cinco mil millones.

Los que cultivan algodón en la India están perdiendo su medio de sustento como resultado tanto del dumping del fuertemente subsidiado algodón de Texas y de las costosas y para nada confiables semillas como las del algodón Bt, genéticamente modificado, que produce Monsanto. El legado que recibe la India de las normas comerciales de la OMC sobre la liberalización del comercio se traduce en suicidios de campesinos y en muertes por hambre.

Los dos raseros que aplica la OMC y las distorsiones que provoca son fáciles de ver. Es por eso que incluso la endeble base de negociaciones en su sede central de Ginebra está siendo sustituida por «mini reuniones ministeriales», como la realizada en noviembre pasado en Sydney y la prevista para febrero próximo en Tokio. Estas reuniones reservadas resultan perfectas para ejercer fuertes presiones y amenazar, mientras que los resultados que producen son un atropello contra la transparencia y la democracia. Cuando ya nos acercamos a Cancún, las cuestiones de la democracia, de los alimentos, del hambre y de la supervivencia de los campesinos pobres deberían estar en un lugar preferente en la agenda.

La agricultura sostenible y orgánica, junto con la aplicación de restricciones a las importaciones y leyes antidumping y antitrusts contra las corporaciones globales, es la única garantía para el mantenimiento del sustento y la seguridad alimentaria en el tercer mundo.

Después de Seattle, para desviar la atención sobre la cuestión de las restricciones se creó el argumento del «acceso a los mercados», según el cual la OMC es necesaria para forzar a los países desarrollados a abrir sus mercados a los productos de los países del tercer mundo.

Ahora el argumento se ha trasladado a los «subsidios»: la OMC, se sostiene, es necesaria para eliminar los subsidios de los países ricos. Pero este argumento es manifiestamente falso por las razones siguientes:

 

* Las actuales reglas de la OMC han incorporado una cláusula que asegura continuidad para los países ricos en materia de subsidios hasta 2005.

 

* La clasificación de los subsidios en el Acuerdo sobre Agricultura (AoA) ha designado a la mayor parte de los subsidios en Estados Unidos y la UE de tal manera que no sean considerados como «distorsiones del comercio», y por lo tanto no pueden resultar objeto de procesos por parte de la OMC.

 

* Incluso, aunque la programada revisión del AoA está en marcha –desde 2001–, Estados Unidos ha incrementado ulteriormente sus subsidios agrícolas para los próximos años en 180 mil millones de dólares.

 

* La reciente decisión de Estados Unidos acerca del acuerdo textil, muestra claramente que este país no cederá ante la OMC cuando ésta vaya contra los «lobbies» domésticos. Esta es una actitud reforzada por el nuevo papel militar de Estados Unidos desde el 11 de setiembre.*

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